"Siete virtudes tienen las sopas:
quitan el hambre
sed dan poca
hacen dormir
ayudan a digerir
nunca enfadan
siempre agradan y
ponen la cara colorada."
Esta sopa no debe ser muy ortodoxa, pero es la que siempre se ha hecho en mi casa. Está en mis primeros recuerdos.
Mi abuela contaba que cuando dió a luz a su hijo pequeño, mi tío Andrés, como ella ya era mayor, el niño pesó muy poco, ella no tenía leche, y el niño se hizo grande con esta sopa de ajo. Tan grande se hizo, que es el más alto de la familia. Bueno, el más alto y seguramente el más bueno.
Yo la hago cuando he hecho verdura el día antes. El caldo de la verdura con los trocitos que suelen quedar, de col, o coliflor o brócoli es el espíritu de la sopa.
Poner aceite en una cazuela. Laminar 4 ó 5 dientes de ajos y dorarlos en el aceite. Yo los quito cuando están dorados, no me gustan los ajos cocidos.
En ese aceite echar las rebanadas finitas de pan de días anteriores y dar unas vueltas, incorporar el caldo de la verdura y dejar cocer a fuego lento una media hora, removiendo de cuando en cuando para romper el pan.